Hacer depender la renta de unos incautos paisanos de una sola especie invasora cuyo precio es controlado por una sola empresa depredarora, es una crueldad abonada durante lustros por repetidos gobiernos de la Xunta, incapaces de convertir el monte en una riqueza incalculable. A cambio, tenemos una ruina anunciada, de la que nadie puede extrañarse.